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Libre expresión e intereses comerciales, el caso de Twitter

Por: Antonio Martínez Velázquez (@antoniomarvel) Oficial de Comunicación y Contenidos digitales

Casi todos estamos seguros que podemos expresar lo que sea en Internet, el espacio virtual parece una gran plataforma para ejercer derechos, la propia ONU así lo ha reconocido: Internet=Derecho a la Libertad de Expresión. La sección 230 de la ley de telecomunicaciones en EUA quita responsabilidad secundaria de lo que decimos en la red; esto es, el dueño de Facebook no puede ser enjuiciado por los dichos de sus usuarios, el editor de un blog no es responsable de los comentarios en sus entradas y, hablando del mismo blog, los dueños de WordPress no serían responsables del contenido de estas entradas. Esta característica es una ventaja que ha permitido que en Internet florezcan una y otra vez servicios innovadores en la web.

Uno de nuestros espacios favoritos, Twitter, ha sido descrito una y otra vez como la nueva plaza pública, aquí parece que las cosas no son tan claras. El único espacio verdaderamente abierto y público en Internet es la web, ¿o alguien conoce al CEO de la web?, todos los demás espacios son privados aunque parezcan públicos, imaginemos un centro comercial donde todo parece público hasta que nos percatamos que estamos en propiedad privada, nuestras conversaciones se desarrollan de manera abierta en un espacio privado. Más centros comerciales y menos zócalos cuando pensemos en la red social del pajarito.

Twitter es una compañía cada vez más rentable que se enfrenta a un futuro complicado. Dos opciones: puede optar por el valor económico y su alianza con terceros, o puede elegir por el valor de la información y su alianza con los usuarios. Parece que lo primero le llama más la atención, algunas señales lo indican: el cierre de su API pública y su alianza comercial con NBC para cubrir los Juegos Olímpicos quizá nos deban hacer levantar la ceja. Con el cierre de la API quita poder a los usuarios de crear sus propias plataformas y resta valor a la información, difícilmente se podrán hacer los estudios académicos y sociológicos de análisis de información sin pasar por el filtro de la compañía. Su alianza con terceros hace problemática la expresión misma en la red social.

El problema quizá radique en trasladar nuestra posibilidad de expresarnos libremente en la red a compañías que concentran o contienen esa posibilidad. O nos esforzamos más por tener servicios verdaderamente abiertos o confiamos en que Twitter, Facebook o Google tomarán decisiones que salvaguarden nuestras libertades. Hoy no queda tan claro que lo que es bueno para los tres gigantes es igualmente bueno para nosotros.

Para Twitter, el caso más reciente fue el de Guy Adams, el periodista británico crítico de la NBC cuya cuenta fue suspendida por la compañía con el pretexto de que había publicado datos privados de terceros, Adams publicó la dirección de email laboral de Gary Zenkel de NBCSports y se consideró este dato como privado (en los términos de servicio se nos prohíbe publicar información privada de terceros), esto parece dudoso, ¿una dirección de email laboral es un dato privado? Parece un dato personal que tiende a ser público. La cuenta fue restablecida y Twitter ofreció una disculpa.

Twitter fue más que feliz de anunciar que “los tweets deben fluir” cuando la red estaba siendo utilizada por los disidentes para protestar y crear conciencia sobre los males del régimen corrupto de Hosni Mubarak de Egipto, pero el caso de NBC trae esas cuestiones mucho más cerca de casa. La compañía no tiene una relación comercial con Egipto o el régimen de Mubarak, por lo que era más fácil tomar una decisión clara en esa situación – las necesidades de las personas de consumir información crítica acerca de un acontecimiento revolucionario tomó precedencia. En el caso de Adams, se siente como si Twitter hubiese permitido que las consideraciones comerciales influyeran en sus decisiones.

Ya hemos visto la disidencia cada vez más por la represión de Twitter en las empresas que utilizan su API, ya que trata de controlar más el contenido que fluye a través de su red, y decidir dónde y cómo se consume ese contenido. Independientemente de cómo Twitter se ve, ese tipo de control es básicamente el mismo enfoque que el adoptado por cualquier entidad de los medios de comunicación como el New York Times. Si Twitter se comporta como una entidad mediática y no como una plataforma, será más frecuente el conflicto de intereses entre lo que los usuarios tuitean y los planes comerciales de la compañía, de ser así, podemos irnos despidiendo de Twitter.

Quizá el control sobre el contenido, la curación y editorialización tenga sentido para capitalizar el el valor de Twitter, pero esos intereses comerciales chocan de fondo con la meta previamente establecida por la compañía de ser una red de distribución de información que se preocupa más por la libertad de expresión que las consideraciones comerciales o políticas.

Con razón o sin ella, los usuarios parecen ver el comportamiento de Twitter en el caso de Adams como prueba de que está dispuesto a tirar la libertad de expresión con el fin de mantener las relaciones comerciales. Esperemos que no sea el caso, de serlo, tendremos que tomar responsabilidad como usuarios y mudar nuestros trinos a otro lado.

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