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La fotografía, un documento más allá de la violencia

Publicado en Animal Político por Lucía Vergara El fotoperiodismo en México comúnmente es relacionado como documento histórico, ya que es un reflejo cercano de la sociedad y del contexto en el que se encuentra. Por ejemplo, cuando pensamos en la Revolución Mexicana tenemos como recuerdo directo imágenes de campesinos con armas, trenes o el famoso rostro de la Adelita, y aunque de muchas imágenes se desconozca el autor, el alcance que tiene una buena imagen no necesita una explicación inmediata para entender lo que sucede en un momento determinado. Gisele Freund, en La fotografía como documento social[1], reconoce que “la palabra escrita es abstracta, pero la imagen es el reflejo concreto del mundo donde cada uno vive”.

Sin embargo, pocas veces relacionamos al fotoperiodismo con el rol social que conlleva por ser un género periodístico, el cual implica no sólo la especialización de éste sino una herramienta directa en el proceso de participación democrática.

Desde 1880, cuando el periódico Daily Herald de Nueva York publicó por primera vez una fotografía, el fotoperiodismo amplió la percepción de las fronteras: “Hasta entonces el hombre común sólo podía visualizar los acontecimientos que ocurrían en su calle o en su pueblo. Con las fotografías se abre la ventana al mundo. Los rostros de los personajes públicos, los acontecimientos que tienen lugar en el mismo país y las fronteras se vuelven familiares. Al abarcar más miradas, el mundo se encoge”, explica Gisele.

En unos años recordaremos a México a través de las imágenes de violencia que todos los días invaden nuestra situación actual. Sin duda, estas fotografías serán prueba de la barbarie que nos caracterizó como sociedad. Por ello, publicarlas sin un proceso de toma de decisiones transparente y abierto se limitaría a un discurso de sensacionalismo que no abona a la urgencia de un cambio en las políticas de seguridad, sociales y económicas.

Existe una serie de componentes técnicos, metodológicos y deontológicos que el periodista mexicano no aprende en ninguna parte. Unos son tan básicos que debieran ser parte de la cultura cívica. Otros, tan específicos que ni los planes de estudio, ni los usos y costumbres de las redacciones, ni las empresas mediáticas prevén enseñarlos. De modo que el periodista termina convertido en un oficio dejado a la institución, a la honestidad, y a la buena fe de quien lo ejerce”. Marco Lara Klahr en Violencia y medios 2, publicado en el 2005 por Insyde y Cide [2]

En México, el pensamiento común sobre una fotografía de nota roja es que debe ser altamente explícita porque así vende más. Pero este género dejó de ser exclusivo del consumo popular y se conviertió en la “princesa” de la vida cotidiana. Sin embargo, una fotografía estéticamente bien compuesta y bien iluminada puede llegar a más personas, porque su lectura es más fácil, entonces el mensaje se transmite y se comprende más y mejor. Nuestro país que vive masacre en masacre requiere algo más que una fotografía “que venda”, son indispensables imágenes que generen conciencia y que prioricen los derechos de las víctimas. Estamos informando sucesos trágicos que afectan nuestra sociedad, pero también a esa sociedad le debemos respeto.

De acuerdo a Carlos Monsiváis, el sensacionalismo en la nota roja “puso a competir a vícitmas y asesinos. ¿Quién murió con el gesto más horrendo?… En las fotos, los cadáveres reciben ceremoniosamente al escándalo…” Pero nada ha cambiado desde los grabados de José Guadalaupe Posada y el Horrorísimo tribunal[3] que a través del arte volvió un hecho real a una imagen tan lejana, como las fotografías que consumimos todos los días en cada puesto de revista donde la tragedia se vuelve un espectáculo.

El periodista Xavier Giró señala que al hacer sistemático el “mal manejo” de la información se rebaja la responsabilidad de los actores. Se esconden responsabilidades y se naturalizan resultados.  En ARTICLE 19 estamos convencidos que un periodismo con ética y responsabilidad social abona a la búsqueda de justicia y reparación del daño, además que disminuye el riesgo de agresiones contra los periodistas. Del 2007 a la fecha documentamos 326 agresiones contra periodistas audivisuales, siendo responsables los funcioncionarios en el 59% de estos ataques.

Por ello, entrevistamos a distintos fotoperiodistas de México y el extranjero para que reflexionaran sobre la función social del fotoperiodismo. Esta serie de videos[4] es una primera reflexión sobre ética y el papel que juega el fotoperiodismo en contexto de violencia.

Héctor Guerrero, fotoperiodista independiente; colabora regularmente con distintos medios internacionales. Su trabajo ha participado en festivales como el Festival Internacional de Fotoperiodismo Visa Pour L´ Image en Perpignan Francia, Festival de Fotografía Latinoamericana en París, Francia y en el Festival de la Semana Negra de Gijón, España.

 

Alicia Fernández, fotoperiodista de Ciudad Juárez, actualmente trabaja en el Diario de Juárez como editora de proyectos multimedia, durante la época más violenta de la ciudad, cubrió el conflicto que se adjudica a la guerra entre los cárteles de drogas. Participó en el proyecto colectivo Entre las Cenizas, Historias de Vida en Tiempos de Muerte de Periodistas de a Pie A.C. y colabora con la Red de Periodistas de Juárez.

Michael Robinson, fotoperiodista de Los Angeles Times. Ha sido publicado en medios como el Washington PostThe Boston Globe y Associated Press, también recientemente publicó un libro de sus fotografías llamado Awaiting the rain. Ha fotografiado en casi todos los continentes y tiene una excelente visión de cobertura en eventos mundiales, como lo ha sido en la guerra de Rusia-Georgia, la de Fallujah y en 2010 en terremoto en Chile.

 

Estos videos fueron elaborados gracias al Departamento de Estado de los Estados Unidos.

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