¿No quieren o no pueden?
México D.F., 11 de noviembre de 2011(ARTICLE 19 / Anticensura).-“No jodas, rafaguearon la fachada del periódico y prendieron fuego a un coche “, lo que me dijo Javier Garza, editor de El Siglo de Torreón la mañana del 15 de noviembre. La voz de Javier reflejaba una tensa calma. Me confirmó que todos estaban bien, que no había heridos. Desconocía el móvil del atentado. Pero tampoco le extrañaba. Sus palabras daban a entender que la descomposición del entorno hacía posible (como ha sido la constante desde hace ya más de una década) que la prensa esté bajo fuego.
El falso estado de derecho que sufrimos volvía a crear un hecho violento contra un periódico crítico e independiente. La constante. La costumbre. Lo común. Nos hemos acostumbrado a ver a nuestra prensa arrinconada, con temor, miedo, desesperanza. Hemos tomado como cierto que así se vive en México. Parece que nos hemos vencido ante la cerrazón de las autoridades. Aceptamos sin chistar que su corrupción e ineficacia son ineludibles. Que son lo que hay. Sus falsos discursos, sus salidas fáciles, sus juegos de espejos y cortinas de humo nos mantienen en este estado de indefensión. El gran ausente es el Estado. Departimos con la idea que cada acto violento contra la prensa va a ir empaquetado con un moño de impunidad. Reconocemos que no hemos hecho lo suficiente para que el Estado responda y cumpla con su responsabilidad de garantizar un entorno seguro para ejercer el periodismo. Javier me recordó que es la segunda vez que atacan al El Siglo de Torreón. Este último hecho se suma a la larga e ignominiosa lista de ataques contra la prensa. Todos impunes. A penas dábamos cuenta del incendio de la redacción del joven periódico El Bueno Tono, en Córdoba Veracruz, cuando ya estamos en el siguiente capítulo violento. Denunciamos y alzamos la voz. Pero no encontramos soluciones intermedias ni finales. Esto nos lleva a pensar que seguirá el ciclo de violencia e impunidad. Está claro que las autoridades no pueden (o no quieren) resolver los casos. El no poder representaría una ruptura del pacto social. El no querer sería únicamente por conveniencia. La pregunta es: ¿no quieren o no pueden? Parece no importa si creamos fiscalías con nombres rimbombantes, sus resultados pírricos nos llevan a la misma conclusión: no hay respuesta eficaz. El Estado no se puede dar el lujo de celebrar pequeños avances. Su intervención tiene que ser decisiva para salvaguardar nuestros derechos. Hasta ahora no ha sido así, y auguro que en el último año (electoral además) de la administración nada cambiará. El editorial de El Siglo de Torreón lo aseveró así “el problema es la impunidad. El hecho de que ataques a las oficinas de medios o secuestros y asesinatos de periodistas continúen rampantes en nuestro país es porque las autoridades no han sido capaces de detener y castigar a los responsables”.
Es claro que alguien (figura difusa e inexacta) gana con los ataques a la prensa. Alguien se beneficia que se deje de hablar, decir, hurgar, cuestionar a las autoridades y al quehacer público. Es claro que el estatus quo que mantienen una corrupción rampante y perenne en nuestro sistema social se beneficia con una prensa ausente. Es evidente que la prensa de las entidades federativas está bajo un fuego cruzado. La presión política de siempre y la salvaje amenaza del crimen organizado. La emergencia nacional no ha despertado la indignación ni en la sociedad, ni en los medios de comunicación ni entre colegas periodistas. Así de claro. Así de crudo. Algunas voces aisladas señalan preocupación o condena. Algunos medios simplemente publican un comunicado como una nota breve de colofón. Personas afirman que algo se ha avanzado. Hace apenas unos años ni esa nota breve era tomada por empresas informativas. Sí, tal vez algo se ha avanzado. Estúpidos si nos conformamos con eso. Al final estamos hablando de nuestras libertades. Queda claro que los grupos criminales buscan controlar o influir en las agendas informativas. Buscan menoscabar el derecho a la información de la sociedad. Pero en momentos de violencia, zozobra e incertidumbre es cuando más se necesita la información clara, veraz, independiente y confiable. Es cuando la información evidencia su verdadero talante democrático. Dejar a la prensa a la deriva, significa renunciar a nuestra democracia. A nuestros derechos.
Luis Emanuel Ruiz, Pablo Aurelio Ruelas, Humberto Millán, Marcela Yarce, Elizabeth Macías Castro, Noel López Olguín, Miguel Ángel López Velasco y Yolanda Ordaz, son los periodistas asesinados en 2011. Repetimos la pregunta: ¿no pueden o no quieren investigar sus homicidios?