El apagón y la SOPA
México D.F., 19 de enero 2012 (Anticensura).- El 18 de enero se llevó a cabo el apagón en internet más importante en su corta historia. Por horas se dejaron de contar historias, vertir contenido, generar debates, promover conocimiento, escuchar música, leer textos de ciencia y arte. Cientos de páginas en internet manifestaron su repudio a dos iniciativas SOPA (Stop Online Piracy Act) y PIPA (Protect IP Act) de ley que buscan limitar la libertad en el internet. La intención no es menor y puede afectar gravemente el internet como lo conocemos hoy.
Es sintomático que las discusiones se estén dando en Estados Unidos, un país que desde el inicio de su historia ha considerado a la libertad de expresión lo suficientemente importante para sus sistema político que la puso como su Primera Enmienda. SOPA y PIPA son embates de agentes fuera del Capitolio. Su verdadera cara son aquellas empresas de música y cine, entre otras, que no han comprendido (o su proceso de adecuación ha sido lento) cómo sobrevivir en un contexto digital. La pregunta tampoco es fácil de resolver. La realidad ha cambiado más rápido de la capacidad para muchos de adecuarse a lo que es el internet. Países como China, Yemen, Arabia Saudita y Siria –quienes no tienen una reputación favorable sobre el respeto de los derechos humanos- usan cotidianamente filtros en internet como un medio para silenciar y violar el derecho a la información de su población. La intención de ambas legislaciones es institucionalizar herramientas para censurar internet a través de legislaciones locales. Esto resulta ser una paradoja que debilita la autoridad moral de Estados Unidos a la hora de criticar a los regímenes autoritarios. Implicaría darles de facto la razón a esos países. La aprobación de ambas legislaciones alentaría un mensaje inequívoco a otros países: la censura en internet no es sólo tolerada sino alentada.
SOPA y PIPA buscan de manera soez ser mecanismos de censura, y, al mismo tiempo, son ineficaces para logar su objetivo. Si llegase a aprobarse dichas leyes, una vez que la infraestructura para censurar esté en pie, dejará que gobiernos y actores privados puedan bloquear virtualmente cualquier tipo de contenido en la red. Las disposiciones generales de las leyes en ambas legislaciones son contrarias a la naturaleza del internet. Los autores de ambas leyes se reconocen como ignorantes del desarrollo de la red. Su perspectiva se aferra a modelos comerciales que no encuentran cabida en una era cada vez más digitalizada. El desarrollo de las tecnologías tiene que ser compatible con distintos derechos, como los de libertad de expresión, datos personales o derechos de autor. El reto que debemos abordar es cómo revalidar éstos derechos en una era revolucionada por el internet. Defender los derechos de autor, a través de perseguir o tratar de limitar o censurar el internet, es un contrasentido. Se necesita inteligencia y perspicacia para hacer una convivencia armónica. Es necesario comprender la naturaleza y aportación de la red para el desarrollo de la sociedad.
Defender la neutralidad y libertad de la red, es defender derechos fundamentales. El apagón de internet llevado a cabo el día de ayer, debe de ser una muestra para validar el rechazo completo a legislaciones como SOPA y PIPA. En el caso mexicano, tenemos a un “brillante” senador –Federico Döring- que ha presentado una iniciativa (Ley Döring) que busca darle facultades realmente tiránicas el Instituto Mexicano de la Propiedad Industrial. Ahí está el draconiano artículo 183 de la Ley de Derechos de Autor. La brillantez del senador no es una iluminación espontanea. Como en Estados Unidos, los intereses de las empresas son el titiritero de algunos legisladores.
La legítima defensa de los derechos de autor no está a discusión. Pero sí debemos de rechazar tajantemente la idea que con el fin de salvaguardar dichos derechos y combatir la piratería, debemos de romper la naturaleza libre y neutra del internet. Darle el poder a los estados o a empresas para que nos señalen qué podemos o qué no podemos revisar (obviamente siempre y cuando sea contenido protegido por el derecho a libertad de expresión) sería ceder libertades fundamentales y quitarle a la red su carácter transformador.