Skip links

Personas presas injustamente. Familiares de víctimas de desaparición forzada. Trabajadores en precariedad y personas desempleadas. 

¿cómo es para ellas y ellos la «Nueva normalidad»?

 

[nk_awb awb_type=»image» awb_stretch=»true» awb_image=»19183″ awb_image_size=»full» awb_parallax=»scroll-opacity» awb_parallax_speed=»0.5″ awb_mouse_parallax=»true» awb_mouse_parallax_size=»30″ awb_mouse_parallax_speed=»10000″ awb_styles=» padding-top: 50px; padding-bottom: 35px;»]
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 Lenin Mosso
[/nk_awb]

 

[image_carousel source=»media: 19185,19184,19182,19181,19180,19179,19178,19177,19176,19175″ slides_style=»photo» crop=»none» spacing=»no» align=»center» captions=»yes» dots=»no» autoplay=»0″ link=»lightbox» adaptative=»yes»]

Padres de los 43 estudiantes, obligados a frenar su búsqueda ante COVID-19

Ayutla, Guerrero.- Las madres y padres de los 43 estudiantes desaparecidos de la escuela Normal Rural de Ayotzinapa, en el estado de Guerrero han tenido que resguardarse en sus diferentes comunidades por la pandemia del COVID-19, hoy con números altos de contagios en Guerrero. Esto no significa que no estén luchando por la presentación  con vida de los 43, pues continúan demandando la aparición de los estudiantes a través de los medios virtuales .

Don Damián Arnulfo perteneciente al pueblo Na’Savi (Mixteco), de la comunidad de Rancho Ocoapa del municipio de Ayutla de los Libres, y padre de Felipe, estudiante del primer año en la normal desaparecido en Iguala, cultiva caña, para hacer panela y  venderla en la cabecera municipal; esta labor la ha realizado por más de veinte años y es así como ha podido sostener a su familia pero no alcanza para la educación de sus hijos y nietos.

Elabora la panela junto con su familia, se levantan a las seis de la mañana a cortar la caña, la pelan y la acarrean con bestia hasta donde está su trapiche (molino para extraer jugo de caña). Hacen montones de caña durante un día y medio aproximadamente para después molerla. Empiezan a las 11 de la noche el proceso de moler la caña y concluyen hasta las ocho o nueve de la mañana.

Don Damián vive los días como cualquier otro campesino, se levanta a las seis de la mañana y se va al campo a trabajar, para él estos días de la pandemia han sido para poder producir un poco más de lo normal, pues desde hace más de cinco años no realizaba con la misma frecuencia dicha actividad desde la desaparición de su hijo uno de los 43 estudiantes, don Damián tuvo que descuidar su cañal y la producción de panela, generando una pobreza mayor para su familia.

Estos días de COVID-19 ha vuelto a la “normalidad” la producción de panela, y con ello el trabajo arduo cada 15 días de moler caña y bajar a Ayutla a vender su producción. Paradójicamente cuenta que se siente mal por ello. “Pienso que no estoy haciendo nada para buscar a mi hijo” nos cuenta don Damián. Además de no haber avances desde meses anteriores en los que a nivel federal dieron el llamado de “quedarse en casa” por la pandemia, ahora el caso de los estudiantes de la Escuela Normal Rural Raúl Isidro Burgos prácticamente está detenido.

 Lenin Mosso


Foto: Isabel Mateos

Presos indígenas

San Cristóbal de las Casas, Chiapas.- Adrián Gómez, indígena Tzotzil fue detenido en febrero de 2004 por policías municipales, torturado y acusado de secuestro de dos personas. Durante los primeros días de su detención, fue golpeado brutalmente por elementos de la fiscalía y policías municipales, lo obligaban a declararse culpable y firmar documentos en blanco Él sin entender español, ya que su lengua originaria es el Tzotzil, se dio por vencido y pronto se encontró dentro de el penal de Cerro Hueco, cumpliendo una pena por delitos que desconocía.

Hoy con poco más de 38 años, Adrián sigue cumpliendo su condena, que fue dictada el 21 de febrero del 2019, por 20 años, a él ya solo le faltan cinco años para poder salir en libertad. Durante su proceso conoció a algunos compañeros indígenas que contaban historias similares a la suya, violación de derechos humanos, golpes, tortura y poco entendimiento sobre las leyes y actuar de las autoridades.

En Chiapas, muchos de los presos son personas indígenas de bajos recursos, que pagan por delitos que no cometieron, a raíz de esto a principios de los años 2000 se creó en el penal del Amate en Cintalapa, una organización de presos indígenas, llamada La Voz del Amate, estos con la furia por dentro, decidieron luchar por sus derechos y tener un trato justo fuera y dentro de la cárcel, investigación certera sobre sus casos y liberación inmediata. La lucha continúa hasta hoy, en diferentes penales en el estado y diferentes organizaciones similares han surgido, como la de Adrián y Juan de la Cruz.

El año pasado Juan de la Cruz, compañero de lucha de Adrián fue liberado después de más de doce años de estar preso injustamente.

Adrian hoy, espera los resultados del examen de Coronavirus que se le aplicó, después de que la noticia de que un custodio murió a causa de esta enfermedad y ocho presos de La Voz del Amate resultaron positivos a esta enfermedad. Los compañeros en lucha, se encuentran en un área que está mucho más en contacto con las personas que entran y salen del penal debido al proceso de resistencia que han tenido dentro del penal. Esto ocasionó que fuera un foco de contagio el lugar.

Trece días después de que personal de la Secretaría de Salud del estado realizará la segunda tanda de pruebas en el penal, no han entregado los resultados a los presos en lucha, por el momento se encuentran en espera y sin respuestas sobre su situación de salud.

La hermana de Adrián, Aurora, vive en San Cristóbal, y es el único familiar al pendiente de su bienestar, desde que llegó al municipio se dedicó a la venta y recolección de fierros viejos para mantenerse y ayudar a Adrían. Desde que se enteró del brote de Coronavirus en el penal ha estado en constante comunicación con el y esperando los resultados de la prueba, en entrevista comentó que no tiene miedo de la enfermedad, que se encuentra mucho más preocupada por la falta de dinero para poder comprar comida y pagar su renta, ya que el lugar donde regularmente vende su recolección de fierros, se encuentra cerrado desde hace varias semanas y otros lugares le pagan injustamente el precio de los metales.

 Isabel Mateos/Cuartoscuro


[image_carousel source=»media: 19213,19212″ slides_style=»photo» crop=»none» spacing=»no» align=»center» captions=»yes» dots=»no» autoplay=»0″ link=»lightbox» adaptative=»yes»]

La búsqueda no se detiene

Ciudad de México.- Beatriz Torres 57 (Izquierda) es madre de Manuel, comerciante de 35 años, desaparecido en Autlán de Navarro, Jalisco en diciembre de 2016. Lleva un poco mas de 3 años buscándole junto con familiares de otras víctimas desaparecidas.

Patricia López (derecha) es madre de Carlos Sánchez desaparecido en Morelia, Michoacán cuando tenia 24 años. Lleva a la altura de su pecho el pin con al foto de su hijo pero colgando en grande imágenes de Vanesa Uribe, otra víctima desaparecida en Michoacán el mismo año que su hijo. Vanesa es de Venezuela y su madre no puede estar en México buscándola. Por eso Patricia le apoya.

Patricia y Beatríz forman parte de varios colectivos de búsqueda de familiares desaparecidos que se vieron obligados a protestar frente a la sede presidencial de Palacio Nacional por la decisión de reducir el presupuesto a la Comisión de Atención a Víctimas. Temen que la consecuencia podría llevar a la cancelación de la búsqueda de sus familiares. Para ellas, como para muchos otros familiares en todo México, ponerse un traje de protección, ir con cubrebocas y gafas de seguridad al monte a buscar a sus desparecidos no es nada nuevo. Tampoco lo es encontrar la evidencia, indicios y pistas para que se anexen a los expdientes que las diferentes fiscalias apenas alimentan. Lo que sí es nuevo es que a raíz del decreto presidencial que instruye medidas de austeridad (reducción de 75% de lo presupuestado) tengan que hacerlo con mas precariedad o corran el riesgo de no poder continuar. Esa es la “Nueva Normalidad” de estos colectivos de búsqueda.

 Hans-Maximo Musielik

 

 

[nk_awb awb_type=»image» awb_stretch=»true» awb_image=»19220″ awb_image_size=»full» awb_parallax=»scroll-opacity» awb_parallax_speed=»0.5″ awb_mouse_parallax=»true» awb_mouse_parallax_size=»30″ awb_mouse_parallax_speed=»10000″ awb_styles=» padding-top: 50px; padding-bottom: 35px;»]
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 Fabiola Solano
[/nk_awb]

 

[image_carousel source=»media: 19190,19191,19223,19195,19196,19197,19198,19199,19200,19201,19202,19203,19192,19193,19194,19221″ slides_style=»photo» crop=»none» spacing=»no» align=»center» captions=»yes» dots=»no» autoplay=»0″ link=»lightbox» adaptative=»yes»]

Suena la sirena

Informaciones contradictorias. Mientras el ​​​​​​​Subsecretario de Prevención y Promoción de la Salud, Hugo López-Gatell Ramírez insiste: «Quédate en casa» pues prevé un alza en el pico estadístico de contagios de Coronavirus, la Presidencia de la República inicia giras de trabajo con criterios distintos. Mientras el presidente de la República presenta un  “Decálogo para salir del coronavirus y enfrentar la nueva realidad”, en los hogares y en las calles la incertidumbre crece: ¿Cuándo disminuirán los contagios? Al parecer, solo van a la alza. A niveles estatales, las contradicciones pueden ser mayores.

Ciudadanos, campesinos, pueblos indígenas deben hacer frente a las necesidades básicas. Tan solo entre el 13 de marzo y el 6 de abril de 2020, 346 mil 878 trabajadores perdieron su empleo. En medio de una ruta sin claridad, para muchos mexicanos solo queda regresar al trabajo, o recuperar el perdido.

 Juan Carlos Cruz, David Peinado, Gabriela Perez MontielFabyola Rosales, Fabiola Solano,  y Gonzalo Zapata/Noticaribe Peninsular


[image_carousel source=»media: 19188,19189″ slides_style=»photo» crop=»none» spacing=»no» align=»center» captions=»yes» dots=»no» autoplay=»0″ link=»lightbox» adaptative=»yes»]

Amistad

Ciudad de México.- Noemí Lourdes tiene 63 años y el COVID le acaba de arrebatar a su mejor amigo y vecino, Misael Coronado de 77 años. A la maestra Lulú, así conocida entre sus amistades, le encanta tocar la batería y acostumbraba echarse de vez en cuando una paloma con un grupo de rock antes de entrar a su tratamiento en el Instituto de Cancerología. Misael le acompañaba fielmente y ahora Lulú se siente sola. Juntos oraban por sus alimentos y visitaban la basílica de Guadalupe. Ella, educada en colegios religiosos cuenta que dudó de su fe cuando murió Misael y por eso, esa noche estaba de rodillas frente a las rejas del Templo de San Hipólito rezándole a San Judas. Reconoce que también rezaba para que Misael regresara. Lo necesita mucho; así lo cuenta. Misael murió el lunes 4 de mayo y en su memoria bocetó su nombre con cariño y detalle sobre un trozo de papel justificando cada trazo, línea, grosor y ángulo. El diseño es un mapa a la memoria de su mejor amigo. La maestra Lulú continúa ahora el resto de su vida sin Misael a su lado. Cuenta que le duele mucho, le pesa y tiene muchas dudas…. Esa es su “nueva normalidad”

 Hans-Maximo Musielik