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Nuestros políticos, sus gustos y la corrupción

A mayor transparencia, menos tranzas. A mayor transparencia, mejor gobiernos. A mayor transparencia, mejores gastos. Cada tanto, la prensa nos hace el favor de desnudar a nuestros gobernantes, líderes de partidos políticos, líderes sindicales, diplomáticos, entre otros muchos otros. La información que comunica la prensa versa más en irregularidades, opulencias y gastos frívolos, que en aciertos y buenos actos de gobiernos. El último fue El Universal que llevó una nota sobre los gustillos de los líderes de los partidos políticos. Por ejemplo, señala que el afamado niño verde, porta un reloj francés de colección, el codiciado Audemars Piguet, que en su versión más económica cuesta 145 mil pesos.

Otro político conocido de la farándula,  Jorge Kahwagi, exdirigente nacional del Partido Nueva Alianza (Panal) vive en una casa que mide 5 mil 500 metros cuadrados, en Bosques de las Lomas, en la ciudad de México. La cual seguramente vale más que unos costales de metales preciosos. El citado reportaje afirma que los sueldos de los dirigentes de partidos políticos oscilan entre 32 mil a 75 mil pesos, lo que sería entre 534 y 1254 salarios mínimos Tipo A. Dos meses de ayuno del niño verde (suponiendo que gane 75 mil pesos) nos da para uno de esos relojitos. Hábilmente, a pesar de los  avances normativos en transparencia los partidos políticos se han mantenido de lado. Es decir, desde el mismo congreso aprueban modificaciones a la ley federal de acceso a la información, omitiendo –repito hábilmente- señalarse como sujetos obligados de la misma ley. Así, los partidos políticos se tienden su propio manto de opacidad e impunidad. ¡Qué sabroso!

También, y no podría quedar fuera, la lideresa del SNTE, Elba Esther Gordillo, fue retratada por el periódico Reforma. Un día cualquiera, según la información, la lideresa viste con ropa con un costo de más de 100 mil pesos. La maestra necesita verse bien, seguramente afirman sus miles de agremiados. No está de más informar que convenientemente, los sindicatos que reciben fondos públicos, como son el SNTE, PEMEX y muchos otros, tampoco están como sujetos obligados. Si alguien se pregunta por alguna explicación lógica sobre por qué los legisladores otorgan esa licencia a los Gordillos y Deschamps, pregúnteselo a su diputado más cercano –claro, si sabe quién es-. Miles de millones de nuestro dinero se van a las arcas de partidos políticos y sindicatos, y nunca recibimos cuentas fidedignas sobre su destino. Hay algo intrínsecamente mal dentro de nuestro malparido sistema de rendición de cuentas.

¿Por qué parar ahí con la indignación sobre la opulencia de nuestros políticos?, sería un error dejar de mencionar la soñada vida que se da el embajador Jorge Zermeño, y su consorte Astrid Casale, mientras departen en la residencia oficial en el exclusivo barrio de Salamanca en Madrid. Servidumbre, según el reportaje de Televisión Española, no les hace falta. Seguramente, la Cancillería considera oportuno y bien gastado las quincenas de dinero público que mantienen a nuestro señor embajador. Basta revisar las notas que salen cíclicamente para alimentar nuestra indignación. Pero aún más, parece ser que nuestro sistema presupuestario –ese que señala las prioridades del gasto nacional- tiene la mira chueca, o el humor de nuestros diputados es sarcástico y de mal gusto.  Porque otorgar 3 mil 212 millones pesos para el Instituto Federal Electoral solamente en 2011 gasto para actividades ordinarias permanentes específicas, sí parece una mala broma. A menos, claro está, que sea para comprar 22,151 relojes para nuestra clase política.

La simulación parece ir más allá de lo obvio. El gasto público tiene “huecos” relevantes como si fuesen dinero a fondo perdido. El sistema de acceso a la información ha provocado avances relevantes, sin duda. Pero sigue sin tocar la estructura opaca con la que florecen actos de corrupción. El tema de la transparencia y acceso a la información debe de ir al centro de la política pública, de las negociaciones políticas, de la autonomía universitaria o sindical. Tener cotos de opacidad, amparados por la ley, o una Auditoria Superior de la Federación que no solo no se da abasto, pero que ve la película en pasado y a otra revolución. Si queremos acotar la libertad para el vilipendio de nuestro dinero público, es fundamental  demandar el fortalecimiento del régimen de transparencia, acceso a la información y rendición de cuentas. El sistema corrupto –sostenido en la ley-  que prevalece enferma perennemente nuestro sistema político.

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